Cuando el ahora presidente de la República viajaba por el país como candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), muchos mexicanos, hartos de mentiras y engaños de los partidos de siempre, doblegaron su voluntad a favor de ese "viejito terco que se ve con muchas ganas de trabajar" y le dieron su apoyo lleno de esperanza de que "ahora sí las cosas van a cambiar".Ciertamente, varios analistas advirtieron a tiempo que su promesa de desterrar la corrupción era algo difícil de cumplir, puesto que se trata de una enfermedad generada por el modelo neoliberal que predomina hoy en México y el mundo, y que su exterminio exigía, primero, que se cambiara el modelo económico que le da vida.Aun así, la gente le brindó su voto de confianza.Recordemos que nuestro Moisés moderno elaboró un Decálogo que mandó publicar en El Universal el 12 de diciembre de 2017, cuyo punto numero 1 decretaba:
"A partir del 1 de diciembre de 2018, habrá un estado democrático de derecho.Se aplicará la ley de la letra (sic.) y al margen de la ley nada, y por encima de la ley, nadie.Gobierno (sic) dejará de ser un comité al servicio de un grupo y retomará su necesaria convicción de representante de todos"."Se respetará la vigencia de garantías constitucionales, libertades y derechos humanos (…) se acabará con fraudes electorales y compra de votos y se establecerá una auténtica democracia".
Obnubilados por éste y los otros nueve planteamientos aparentemente sencillos y claros, o tal vez orillados por el deseo de abreviar el sufrimiento con que se topan todos los días, muchos mexicanos prefirieron entregar su confianza a este proyecto y se negaban a evaluar durante los primeros meses los avances de esta administración, considerando que quienes insistían en hacerlo era porque tenían el interés de desprestigiar prematuramente al gobierno o de obstaculizar su desarrollo.Simplemente se negaban a aplicar aquello de que "en la forma de agarrar el taco, se ve lo tragón que es uno".Pero a la luz de los últimos acontecimientos y de varios frentazos con la realidad, se ha ido aclarando el panorama y desgranando poco a poco lo que parecía un grupo sólido de seguidores del presidente.
Ahora vemos con claridad cómo violando lo que él mismo estableció en su famoso Decálogo, creó en Tabasco la llamada Ley Garrote, que le da manga ancha para reprimir a quienes se oponen a su inviable proyecto de Dos Bocas; en Baja California, La Ley Bonilla, sirvió para prolongar el periodo gubernamental al gusto de los cuates y la Ley Nacional sobre la Extinción de Dominio, para autorizar al gobierno de la república la expropiación de bienes de cualquier ciudadano por simple denuncia y antes de ser declarado culpable, infringiendo el principio de presunción de inocencia.No contento con eso nombró a Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a John Ackerman como Consejero Electoral del INE, encargado de organizar las elecciones de 2021, sin cumplir entre otros, el requisito de ser apartidistas, sino militantes confesos de Morena.Ambas instancias han perdido con ello su autonomía.Pero la cereza del pastel es la pretendida reforma Constitucional para modificar a su gusto y con el pretexto de una emergencia nacional, el Presupuesto de Egresos de la Federación, para utilizarlo en lo que a él convenga, como si fuera dinero suyo y no de todos los mexicanos.
Si todo lo anterior ha venido ocurriendo desde el primer día de gobierno (no olvidar que en nombre del combate a la corrupción se eliminaron varios programas e instituciones, como quien quema su casa para acabar con una plaga de roedores y actualmente se está utilizando como arma para golpear e intimidar a enemigos políticos), dándonos la oportunidad de conocer cuáles son sus prioridades, ya no será una sorpresa ver cómo en plena pandemia, le da la espalda y pone oídos sordos al clamor del pueblo; ahora, en plena contingencia mundial, queda más claro que nunca el carácter autoritario y vocación dictatorial de este gobierno.Justo en estos momentos de necesidad que supondría una actitud más sensible de quien visitó y conoció la pobreza de cientos de municipios a lo largo y ancho del país, justamente él está mostrando su verdadero rostro.Lejos de utilizar los recursos de los mexicanos para aliviar las necesidades de la población lo que les pide es resignación ante la vida y perdón hacía sus opresores.Lejos de implementar un programa alimentario para contrarrestar los efectos de la pandemia en las familias mas pobres les recomienda olvidarse de lo material y alimentarse de lo espiritual, al mismo tiempo que acapara como ya quedó dicho, todos los recursos de la nación ("Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes").Hoy más que nunca se demuestra, como lo repitió el propio López Obrador pero nunca pondrá en práctica, que la liberación del pueblo solo puede ser obra del pueblo mismo.Solo el pueblo organizado puede salvarse a sí mismo.
Conociendo la gran religiosidad de los mexicanos, el presidente utiliza la Biblia para seguir dominando nuestra voluntad, olvida que este libro sagrado muestra también el camino para no confundirnos en estos aciagos días en los que abundan los autonombrados mesías y nos advierte: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces"; y, precisamente porque esos lobos rapaces saben hablar bonito y endulzarle el oído a la gente, también nos enseña cómo identificarlos para no caer en el engaño: "Por sus frutos los conoceréis.¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?".
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